Con algo de retraso nos juntamos todos y tras los saludos de rigor, la primera noticia importante del día es que Oscar no va a entrar debido a unas heridas que tiene en una pierna y que le siguen dando guerra, y la verdad, ante una sima de estas dimensiones y teniendo en cuenta que tras la cuerda quedan otros 200 metros de desnivel por un caos de bloques nada cómodo, es una buena decisión a pesar de la pena que nos provoca a todos. No obstante, nos acompaña a la boca y permanece allí hasta que el último en descender desaparece por la estrecha apertura que nos depositará 152 metros más abajo, en la Gran Sala Jon Arana.
Poco a poco –gran trabajo de instalación el suyo- Mari va ganando metros hacia abajo y de fracciono a fracciono, los demás le vamos siguiendo. Cuando llega a la repisa de -68 ya estamos todos colgados en algún punto del pozo y ella tiene el “honor” de ser la primera del grupo en bajar esos increíbles 84 metros de rapel volado para desde el suelo, ver como el resto del grupo vamos bajando poco a poco esa inmensidad de sala.
Tras juntarnos todos a -152m comemos algo, colocamos unas frontales intermitentes con luz roja en las cuerdas para localizarlas sin problema a la vuelta, y comenzamos a recorrer los 200 metros de desnivel negativo que nos separan del sifón terminal, punto más bajo conocido de la Torca del Carlista.
A medida que nos vamos acercando
a las paredes y techo de la gigantesca sala vamos viendo formaciones cada vez
mas impresionantes –lo cierto es que el suelo está lleno de ellas también- y
por fin llegamos a la parte más baja de la sala Jon Arana o GEV para acceder
con la ayuda de una cuerda de nudos instalada en fijo a la Sala Manuel Iradier,
en la cual decidimos en primer lugar acceder al Sifón Terminal y a la vuelta,
buscar la Sala Aranzadi.
Tras las fotos de rigor, los abrazos y apretones de mano, iniciamos el regreso en busca de la mencionada Sala Aranzadi, pero por error y afortunadamente, dimos con otras dos salitas de bella factura y profusamente concrecionadas.
Una vez dimos por fin con la sala, ya de vuelta recorremos el camino conocido esta vez en sentido contrario para retornar a las cuerdas y de aquí, unos más rápidos y otros más lentos, ascender esos 152 metros de pozo que nos separan de la superficie.
Mari sale la primera y yo seré el último en abandonar el suelo de la sala. Bien abrigado, comido y bebido, veo como uno a uno mis compañeros van ganando metros y oigo como van cantando el libre de la cuerda por la subían.
Cuando llego a la repisa del
volado esta Víctor, que se encargará de desinstalar; Germán lleva una de las cuerdas
de 100 y yo la otra; metro a metro, vamos saliendo de este inmenso abismo.
Al llegar arriba y avisar a quienes están pendientes de nosotros de que estamos todos fuera llega el momento de relajarse. Aun nos queda la bajada hasta el parking donde Oscar nos espera con un termo de ColaCao calentito, pero hace una noche preciosa y excepto los primeros metros del regreso que los hacemos sin camino, el resto es un agradable y sencillo sendero.
Todos fuimos un gran equipo aportando unos sus grandes conocimientos, otros animando, bromeando y echando una mano en un resalte o pasito un poco más “raboso”, algunos intentamos inmortalizar los momentos y lo que veíamos en fantásticas fotografías, y a mí, una vez fuera, me ha tocado tratar de plasmar en un escrito lo que sentimos y vivimos, pero entre todos nosotros, dos personas fueron imprescindibles para que La Torca del Carlista permanezca siempre en nuestros corazones y en nuestro recuerdo.
A título personal, esta sima ha
sido la culminación de un sueño que nació hace unos 40 años y que he podido
realizar gracias al increíble grupo con el he tenido la inmensa fortuna de
coincidir.
355 GRACIAS
Germán, Joxi, Mari, Mery, Leire, Oscar, Víctor y Josu
Texto: Josu Ibarreta
NOTA ACLARATORIA: Oscar, no soy yo. Si hubiera ido yo, a esta horas estaría montando un vivac a mitad de la cuerda de 84 metros.